Un amanecer sin geografía
cae sobre un rostro infantil roto de tristezas…
su mirada me alcanza
desde el grito de su silencio desesperado.
Y yo muero entre sus lágrimas
queriendo ser Dios,
infinitamente castigada en mi soberbia
con la impotencia encostrada en mis hinojos.
De bruces
sobre la cordura muerta.
Issa Martínez